Contribuciones especiales
Introducción
Las contribuciones especiales son relatos de colaboradores y colaboradoras escritos en primera persona acerca de su perspectiva sobre el voluntariado. Las contribuciones para el Informe sobre el estado del voluntariado en el mundo 2022 se centran en las alianzas entre los voluntarios, voluntarias y el Estado, que es el tema del informe. Los colaboradores y colaboradoras ofrecen sus reflexiones sobre las alianzas entre los voluntarios, voluntarias y el Estado. Asimismo, comparten su opinión sobre la manera en que dichas alianzas pueden contribuir a solucionar los desafíos sociales actuales, y cómo el voluntariado podría abordar nuevos desafíos y ayudar a construir un mundo más justo.
Colaboradores y colaboradoras
- Gobierno
- Organización de la sociedad civil
- Sector privado
- Aliados de las Naciones Unidas
Bangladesh
Asia y el Pacífico
Tazul Islam, miembro del Parlamento, Honorable Ministro del Ministerio de GobiernoLocal, Desarrollo Rural y Cooperativas
Egipto
Estados Árabes
La Excma. Sra. Nivine El-Kabbag, Ministra de Solidaridad Social, Egipto
Burkina Faso
África Occidental y Central
Nabaloum Boureima, Director General del Programa Nacional de Voluntariado de Burkina Faso
Fiji
Asia y el Pacífico
Vani Catanasiga, Directora Ejecutiva del Consejo de Servicios Sociales de Fiji, sobre el papel de los voluntarios y voluntarias en el apoyo a una sólida recuperación posterior a la COVID
Líbano
Estados Árabes
Malak Yacout, Director Ejecutivo y Cofundador, The Volunteer Circle, Líbano
Guatemala
América Latina y el Caribe
Mario José Gonzalez, President of the Centro de Voluntariado Guatemalteco [Guatemalan Volunteer Centre]
Perú
América Latina y el Caribe
Leyla Perea, directora en el sector privado, programa de voluntariado Empresas que Inspiran
Sahel
África Occidental y Central
Reflexiones del Coordinador Especial para el Desarrollo en el Sahel, Sr. Abdoulaye Mar Dieye
Kazajstán
Comunidad de Estados Independientes
Kazajstán Arthur van Diesen, Representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en Kazajstán
Voces de los voluntarios y voluntarias
Me llamo Mohammed Ben Othman. Soy tunecino, tengo 31 años. Me uní a los Boy Scouts y me hice voluntario a la edad de cinco años. Nunca he dejado de prestar ayuda, y he participado activamente en el voluntariado, también durante la reciente pandemia.
Desde el inicio de la pandemia, he apoyado como voluntario los esfuerzos del Estado para prevenir la propagación del coronavirus en el centro de cuarentena de Bordj Cedria; a menudo lo hacía desde primera hora de la mañana hasta medianoche. Como parte de los esfuerzos para evitar la propagación del virus, participé en la desinfección del centro de cuarentena, la distribución de alimentos a personas en cuarentena, la recogida de materiales peligrosos para su correcta eliminación por parte de las autoridades sanitarias y la coordinación de los trabajos de ubicación de personas en cuarentena.
El voluntariado durante la pandemia fue particularmente difícil. Los voluntarios y voluntarias se enfrentan a dificultades a la hora de tratar con las autoridades y el sector privado. A pesar de la creciente dependencia de los esfuerzos de los voluntarios y voluntarias por parte del Estado, se les percibe como meros proveedores y proveedoras de servicios, y no como responsables de tomar decisiones.
El voluntariado tiene muchos aspectos positivos y negativos. Una de las dificultades a las que en ocasiones hacemos frente es la falta de tareas y objetivos claros para los voluntarios y voluntarias.
Si bien su papel ha consistido en asegurar un retorno gradual a la vida normal alentando, orientando y educando a los ciudadanos y ciudadanas sobre cómo seguir los protocolos de salud adecuados, creo que los voluntarios y voluntarias necesitan integrarse mejor en las instituciones estatales para ser más eficientes y activos/as.
Me llamo Gladys Mutukwa y tengo 73 años. Soy de profesión abogada, y he trabajado como abogada del Estado y oficial de Asistencia Jurídica del Gobierno de Zambia, y finalmente como diplomática responsable de asuntos legales y sociales en la Misión Permanente de Zambia ante las Naciones Unidas en Nueva York. He sido voluntaria toda mi vida. Mientras iba a la escuela y la universidad trabajé como voluntaria en la comunidad, y también en la iglesia, donde enseñé a leer y escribir a mujeres y niñas
jóvenes de aldeas cercanas y otras comunidades. Gran parte de mi trabajo voluntario se ha centrado en los derechos humanos y jurídicos de las mujeres.
En esta “nueva normalidad”, será increíblemente importante que los voluntarios y las voluntarias sean desde el inicio considerados como asociados indispensables. Los gobiernos, el sector privado y otras partes interesadas tendrán que comprometerse a facilitar y a incluir el importante papel que desempeña el voluntariado. Las cuestiones de género son fundamentales y deben ser abordadas con respecto a los voluntarios y voluntarias, las comunidades o las organizaciones en las que trabajarán y las comunidades a las que prestarán ayuda. Es imprescindible generar conciencia en materia de género entre todo el personal, a todos los niveles.
El aspecto más difícil de ser voluntario o voluntaria es la falta de aprecio y respeto. A menudo se espera que los voluntarios y voluntarias obedezcan y se pongan en marcha ante cualquier orden. A menudo se minimiza su contribución. Las tareas asignadas suelen ser las que nadie más desea realizar, o que se consideran poco importantes. Los voluntarios y voluntarias deben ser considerados como aliados y actores esenciales.
Para mí, la mayor satisfacción es tener la oportunidad de contribuir a resolver o mejorar un problema que afecta a las personas, incluidas las que están fuera y lejos del entorno y cultura propios. En los últimos años parece haber disminuido el espíritu del voluntariado, pero es fundamental que se mantenga vivo para promover el desarrollo sostenible de África.
Soy Florina Qupevaj, tengo 22 años y estoy finalizando mis estudios en el campo de la psicología en la Universidad de Pristina. Puesto que la razón principal por la que elegí estudiar psicología fue para ayudarme a mí misma y a los demás, no dudé en formar parte del servicio telefónico de ayuda psicológica durante la pandemia de COVID-19. Junto con psicólogas y psicólogos voluntarios, brindamos apoyo psicológico a personas que tenían la necesidad de compartir sus preocupaciones o problemas con alguien.
El servicio telefónico de ayuda psicológica fue puesto en marcha en abril de 2020 por el Ministerio de Salud, en un momento en que todas las personas estaban confinadas en sus hogares y trataban de protegerse a sí mismas y a sus familias del nuevo virus que se estaba propagando por todo el mundo.
El apoyo que ofrecimos a través del servicio telefónico de ayuda psicológica nació de la motivación y la buena voluntad. Al prestar nuestra ayuda a los demás, nos pusimos en peligro a nosotros mismos, a nuestras familias y a muchas otras personas de nuestro entorno.
Ser psicóloga en Kosovo no es fácil, ya que hay una gran falta de concienciación sobre la salud mental. Por esta razón, hemos trabajado con muchísimo cuidado para transmitir información precisa a las personas. De todos modos, creo que el trabajo realizado por el servicio telefónico de ayuda psicológica debería recibir un mayor apoyo de las instituciones, junto con una mayor concienciación sobre la salud
mental y el reconocimiento de la importancia de los psicólogos y psicólogas en la sociedad kosovar.
A menudo recuerdo aquellos momentos en que la gente estaba totalmente aislada. Después de una larga llamada telefónica, me decían: “Me siento mucho mejor, como si se me hubiera quitado un peso de encima”. No se puede describir con palabras la sensación que me invadía al otro lado del teléfono.
Me llamo Sumitra, tengo 30 años y soy voluntaria juvenil de Nehru Yuva Kendra Sangathan (NYKS). Vivo en el distrito de Rajnandgaon en Chhattisgarh y he sido voluntaria de la organización durante los últimos dos años. He hecho frente a la persecución en mi lugar de nacimiento, el distrito de Raigarh. Mi familia se vio obligada a huir del naxalismo, una insurgencia comunista encabezada por grupos militantes rebeldes y separatistas que estaba descontrolada. La vida allí no era segura, especialmente para las adolescentes. En 2011, participé en un grupo de autoayuda de mujeres que me permitió mejorar mis perspectivas profesionales y finalizar la educación secundaria a través de la enseñanza abierta.
Durante la pandemia, muchas mujeres y niños y niñas vulnerables de Rajnandgaon corrían el riesgo de sufrir malnutrición, ya que los suministros de alimentos eran cada vez más erráticos. Los voluntarios y voluntarias propusieron soluciones sencillas y económicas a escala local, y generaron conciencia sobre la necesidad de ingerir alimentos saludables y de cultivo local, además de llevar a cabo mejores prácticas de higiene. Además, incorporaron un nuevo método agrícola que tenía por objetivo garantizar el suministro de alimentos nutritivos a las familias, incluso en las zonas más remotas de nuestras aldeas tribales. Esta solución también ayudó a muchas personas de la aldea que perdieron sus medios de subsistencia durante la pandemia a ahorrar gastos y a ser más autosuficientes.
La parte más emocionante del voluntariado ha sido proporcionar apoyo a mi comunidad, así como soluciones sencillas para mejorar sus vidas. Cuando ayudo a concienciar sobre los beneficios de un comportamiento saludable, prácticas higiénicas, cómo superar tabúes y cómo acceder a programas útiles del gobierno, o simplemente a abrir sus mentes para pensar y actuar con sensatez, sé que estoy ayudando a la sociedad en general.
Creo que gracias a mi experiencia como voluntaria estoy más unida a la gente de mi comunidad. Siento que ahora confían en mí, que me estiman y me respetan.
Soy Sumak Bastidas, miembro de la comunidad indígena kichwa del Ecuador. Tengo amplia experiencia como voluntaria y he desempeñado diversas funciones, entre ellas ex Coordinadora Nacional de la iniciativa del Programa VNU para un proyecto mundial que garantizaba el acceso a los beneficios del uso de los conocimientos tradicionales asociados con los recursos genéticos, así como su distribución justa y equitativa.
Los voluntarios y voluntarias pueden influir en la creación de una sociedad más justa en las comunidades rurales e indígenas después de la pandemia. Asimismo, pueden apoyar el diseño de políticas, programas y proyectos que contribuyan a mejorar la calidad de vida de las poblaciones más vulnerables en cuestiones sociales, económicas, ambientales y culturales.
Por otra parte, el voluntariado puede asegurar que las voces de las mujeres y las perspectivas de las comunidades indígenas se incluyan en las relaciones entre la ciudadanía y el Estado, al tiempo que fortalece las capacidades de los pueblos indígenas y las comunidades locales en los marcos nacionales e internacionales relacionados con la protección de los conocimientos tradicionales y el uso sostenible
de la vida animal y vegetal.
El aspecto más emocionante del voluntariado ha sido la oportunidad de contribuir al fortalecimiento de las capacidades de las comunidades indígenas, con lo que se ha acercado la política gubernamental a los territorios remotos y se ha aumentado la visibilidad de las mujeres indígenas en la protección de la biodiversidad y los conocimientos tradicionales.
Mi pasión por el voluntariado se remonta a mi infancia. Crecí en una familia que priorizaba la solidaridad y el apoyo mutuo, por lo que pasaba gran parte de mi tiempo trabajando como voluntario comunitario, lo cual fue una experiencia profundamente enriquecedora.
Después de trabajar como voluntario nacional con el Centro Nacional de Promoción del Voluntariado (CNPV), fui uno de los 60 voluntarios seleccionados para participar como Voluntario de las Naciones Unidas comunitario en la respuesta contra la COVID-19. Como jefe de equipo, alentaba a los voluntarios y voluntarias a generar conciencia e informar y movilizar a las comunidades para luchar contra la COVID-19 en espacios públicos mediante la observación de medidas preventivas. Durante 11 meses,
los voluntarios y voluntarias trabajaron en centros de salud, familias, mezquitas, mercados, reuniones comunitarias (llamadas “grins”) y en las calles.
En noviembre de 2020, el Ministerio de la Juventud y los Deportes, encargado de la educación cívica y el fomento de la ciudadanía en Bamako, apoyó una campaña de sensibilización de dos días de duración sobre la pandemia, ejecutada por el Programa VNU de Malí en asociación con el CNPV. Como parte de la campaña, nos pusimos en contacto con miles de personas, entre ellas mujeres, jóvenes, personas vulnerables y personas desplazadas internas. Durante la presentación de la campaña, que movilizó
a organizaciones y asociaciones con participación de voluntarios y voluntarias para concienciar sobre las medidas de prevención contra la COVID-19, se elogió a los voluntarios y voluntarias comunitarios por su compromiso con los esfuerzos de control de la COVID-19.
La mayoría de las personas no entiende la importancia del voluntariado y el papel que desempeñan los voluntarios y voluntarias en el fortalecimiento de la ciudadanía. No es fácil ser voluntario. Como no somos empleados a tiempo completo con un contrato fijo, a veces no contamos con el respeto de la sociedad debido a nuestro estatus. Muy a menudo, las opiniones negativas hacia los voluntarios y voluntarias proceden de la familia, amigos y conocidos… Y, sin embargo, todos los ciudadanos y ciudadanas pueden y deben contribuir a la construcción de su país.
Lo que más me enorgullece es haber contribuido al esfuerzo colectivo para luchar contra la COVID‑19. Terminamos con éxito nuestra misión porque nuestras actividades diarias ayudaron a cambiar actitudes y salvar vidas.
Me llamo Mohammed Ben Othman. Soy tunecino, tengo 31 años. Me uní a los Boy Scouts y me hice voluntario a la edad de cinco años. Nunca he dejado de prestar ayuda, y he participado activamente en el voluntariado, también durante la reciente pandemia.
Desde el inicio de la pandemia, he apoyado como voluntario los esfuerzos del Estado para prevenir la propagación del coronavirus en el centro de cuarentena de Bordj Cedria; a menudo lo hacía desde primera hora de la mañana hasta medianoche. Como parte de los esfuerzos para evitar la propagación del virus, participé en la desinfección del centro de cuarentena, la distribución de alimentos a personas en cuarentena, la recogida de materiales peligrosos para su correcta eliminación por parte de las autoridades sanitarias y la coordinación de los trabajos de ubicación de personas en cuarentena.
El voluntariado durante la pandemia fue particularmente difícil. Los voluntarios y voluntarias se enfrentan a dificultades a la hora de tratar con las autoridades y el sector privado. A pesar de la creciente dependencia de los esfuerzos de los voluntarios y voluntarias por parte del Estado, se les percibe como meros proveedores y proveedoras de servicios, y no como responsables de tomar decisiones.
El voluntariado tiene muchos aspectos positivos y negativos. Una de las dificultades a las que en ocasiones hacemos frente es la falta de tareas y objetivos claros para los voluntarios y voluntarias.
Si bien su papel ha consistido en asegurar un retorno gradual a la vida normal alentando, orientando y educando a los ciudadanos y ciudadanas sobre cómo seguir los protocolos de salud adecuados, creo que los voluntarios y voluntarias necesitan integrarse mejor en las instituciones estatales para ser más eficientes y activos/as.
Me llamo Gladys Mutukwa y tengo 73 años. Soy de profesión abogada, y he trabajado como abogada del Estado y oficial de Asistencia Jurídica del Gobierno de Zambia, y finalmente como diplomática responsable de asuntos legales y sociales en la Misión Permanente de Zambia ante las Naciones Unidas en Nueva York. He sido voluntaria toda mi vida. Mientras iba a la escuela y la universidad trabajé como voluntaria en la comunidad, y también en la iglesia, donde enseñé a leer y escribir a mujeres y niñas
jóvenes de aldeas cercanas y otras comunidades. Gran parte de mi trabajo voluntario se ha centrado en los derechos humanos y jurídicos de las mujeres.
En esta “nueva normalidad”, será increíblemente importante que los voluntarios y las voluntarias sean desde el inicio considerados como asociados indispensables. Los gobiernos, el sector privado y otras partes interesadas tendrán que comprometerse a facilitar y a incluir el importante papel que desempeña el voluntariado. Las cuestiones de género son fundamentales y deben ser abordadas con respecto a los voluntarios y voluntarias, las comunidades o las organizaciones en las que trabajarán y las comunidades a las que prestarán ayuda. Es imprescindible generar conciencia en materia de género entre todo el personal, a todos los niveles.
El aspecto más difícil de ser voluntario o voluntaria es la falta de aprecio y respeto. A menudo se espera que los voluntarios y voluntarias obedezcan y se pongan en marcha ante cualquier orden. A menudo se minimiza su contribución. Las tareas asignadas suelen ser las que nadie más desea realizar, o que se consideran poco importantes. Los voluntarios y voluntarias deben ser considerados como aliados y actores esenciales.
Para mí, la mayor satisfacción es tener la oportunidad de contribuir a resolver o mejorar un problema que afecta a las personas, incluidas las que están fuera y lejos del entorno y cultura propios. En los últimos años parece haber disminuido el espíritu del voluntariado, pero es fundamental que se mantenga vivo para promover el desarrollo sostenible de África.
Soy Florina Qupevaj, tengo 22 años y estoy finalizando mis estudios en el campo de la psicología en la Universidad de Pristina. Puesto que la razón principal por la que elegí estudiar psicología fue para ayudarme a mí misma y a los demás, no dudé en formar parte del servicio telefónico de ayuda psicológica durante la pandemia de COVID-19. Junto con psicólogas y psicólogos voluntarios, brindamos apoyo psicológico a personas que tenían la necesidad de compartir sus preocupaciones o problemas con alguien.
El servicio telefónico de ayuda psicológica fue puesto en marcha en abril de 2020 por el Ministerio de Salud, en un momento en que todas las personas estaban confinadas en sus hogares y trataban de protegerse a sí mismas y a sus familias del nuevo virus que se estaba propagando por todo el mundo.
El apoyo que ofrecimos a través del servicio telefónico de ayuda psicológica nació de la motivación y la buena voluntad. Al prestar nuestra ayuda a los demás, nos pusimos en peligro a nosotros mismos, a nuestras familias y a muchas otras personas de nuestro entorno.
Ser psicóloga en Kosovo no es fácil, ya que hay una gran falta de concienciación sobre la salud mental. Por esta razón, hemos trabajado con muchísimo cuidado para transmitir información precisa a las personas. De todos modos, creo que el trabajo realizado por el servicio telefónico de ayuda psicológica debería recibir un mayor apoyo de las instituciones, junto con una mayor concienciación sobre la salud
mental y el reconocimiento de la importancia de los psicólogos y psicólogas en la sociedad kosovar.
A menudo recuerdo aquellos momentos en que la gente estaba totalmente aislada. Después de una larga llamada telefónica, me decían: “Me siento mucho mejor, como si se me hubiera quitado un peso de encima”. No se puede describir con palabras la sensación que me invadía al otro lado del teléfono.
Me llamo Sumitra, tengo 30 años y soy voluntaria juvenil de Nehru Yuva Kendra Sangathan (NYKS). Vivo en el distrito de Rajnandgaon en Chhattisgarh y he sido voluntaria de la organización durante los últimos dos años. He hecho frente a la persecución en mi lugar de nacimiento, el distrito de Raigarh. Mi familia se vio obligada a huir del naxalismo, una insurgencia comunista encabezada por grupos militantes rebeldes y separatistas que estaba descontrolada. La vida allí no era segura, especialmente para las adolescentes. En 2011, participé en un grupo de autoayuda de mujeres que me permitió mejorar mis perspectivas profesionales y finalizar la educación secundaria a través de la enseñanza abierta.
Durante la pandemia, muchas mujeres y niños y niñas vulnerables de Rajnandgaon corrían el riesgo de sufrir malnutrición, ya que los suministros de alimentos eran cada vez más erráticos. Los voluntarios y voluntarias propusieron soluciones sencillas y económicas a escala local, y generaron conciencia sobre la necesidad de ingerir alimentos saludables y de cultivo local, además de llevar a cabo mejores prácticas de higiene. Además, incorporaron un nuevo método agrícola que tenía por objetivo garantizar el suministro de alimentos nutritivos a las familias, incluso en las zonas más remotas de nuestras aldeas tribales. Esta solución también ayudó a muchas personas de la aldea que perdieron sus medios de subsistencia durante la pandemia a ahorrar gastos y a ser más autosuficientes.
La parte más emocionante del voluntariado ha sido proporcionar apoyo a mi comunidad, así como soluciones sencillas para mejorar sus vidas. Cuando ayudo a concienciar sobre los beneficios de un comportamiento saludable, prácticas higiénicas, cómo superar tabúes y cómo acceder a programas útiles del gobierno, o simplemente a abrir sus mentes para pensar y actuar con sensatez, sé que estoy ayudando a la sociedad en general.
Creo que gracias a mi experiencia como voluntaria estoy más unida a la gente de mi comunidad. Siento que ahora confían en mí, que me estiman y me respetan.
Soy Sumak Bastidas, miembro de la comunidad indígena kichwa del Ecuador. Tengo amplia experiencia como voluntaria y he desempeñado diversas funciones, entre ellas ex Coordinadora Nacional de la iniciativa del Programa VNU para un proyecto mundial que garantizaba el acceso a los beneficios del uso de los conocimientos tradicionales asociados con los recursos genéticos, así como su distribución justa y equitativa.
Los voluntarios y voluntarias pueden influir en la creación de una sociedad más justa en las comunidades rurales e indígenas después de la pandemia. Asimismo, pueden apoyar el diseño de políticas, programas y proyectos que contribuyan a mejorar la calidad de vida de las poblaciones más vulnerables en cuestiones sociales, económicas, ambientales y culturales.
Por otra parte, el voluntariado puede asegurar que las voces de las mujeres y las perspectivas de las comunidades indígenas se incluyan en las relaciones entre la ciudadanía y el Estado, al tiempo que fortalece las capacidades de los pueblos indígenas y las comunidades locales en los marcos nacionales e internacionales relacionados con la protección de los conocimientos tradicionales y el uso sostenible
de la vida animal y vegetal.
El aspecto más emocionante del voluntariado ha sido la oportunidad de contribuir al fortalecimiento de las capacidades de las comunidades indígenas, con lo que se ha acercado la política gubernamental a los territorios remotos y se ha aumentado la visibilidad de las mujeres indígenas en la protección de la biodiversidad y los conocimientos tradicionales.
Mi pasión por el voluntariado se remonta a mi infancia. Crecí en una familia que priorizaba la solidaridad y el apoyo mutuo, por lo que pasaba gran parte de mi tiempo trabajando como voluntario comunitario, lo cual fue una experiencia profundamente enriquecedora.
Después de trabajar como voluntario nacional con el Centro Nacional de Promoción del Voluntariado (CNPV), fui uno de los 60 voluntarios seleccionados para participar como Voluntario de las Naciones Unidas comunitario en la respuesta contra la COVID-19. Como jefe de equipo, alentaba a los voluntarios y voluntarias a generar conciencia e informar y movilizar a las comunidades para luchar contra la COVID-19 en espacios públicos mediante la observación de medidas preventivas. Durante 11 meses,
los voluntarios y voluntarias trabajaron en centros de salud, familias, mezquitas, mercados, reuniones comunitarias (llamadas “grins”) y en las calles.
En noviembre de 2020, el Ministerio de la Juventud y los Deportes, encargado de la educación cívica y el fomento de la ciudadanía en Bamako, apoyó una campaña de sensibilización de dos días de duración sobre la pandemia, ejecutada por el Programa VNU de Malí en asociación con el CNPV. Como parte de la campaña, nos pusimos en contacto con miles de personas, entre ellas mujeres, jóvenes, personas vulnerables y personas desplazadas internas. Durante la presentación de la campaña, que movilizó
a organizaciones y asociaciones con participación de voluntarios y voluntarias para concienciar sobre las medidas de prevención contra la COVID-19, se elogió a los voluntarios y voluntarias comunitarios por su compromiso con los esfuerzos de control de la COVID-19.
La mayoría de las personas no entiende la importancia del voluntariado y el papel que desempeñan los voluntarios y voluntarias en el fortalecimiento de la ciudadanía. No es fácil ser voluntario. Como no somos empleados a tiempo completo con un contrato fijo, a veces no contamos con el respeto de la sociedad debido a nuestro estatus. Muy a menudo, las opiniones negativas hacia los voluntarios y voluntarias proceden de la familia, amigos y conocidos… Y, sin embargo, todos los ciudadanos y ciudadanas pueden y deben contribuir a la construcción de su país.
Lo que más me enorgullece es haber contribuido al esfuerzo colectivo para luchar contra la COVID‑19. Terminamos con éxito nuestra misión porque nuestras actividades diarias ayudaron a cambiar actitudes y salvar vidas.